Esta declaración se puso en marcha como estrategia europea destinada a mejorar el rendimiento, la calidad y el atractivo de la formación profesional en Europa, conocida normalmente como el «Proceso de Copenhague» . Desde 2002 ha contribuido de forma destacada a mejorar la visibilidad y el perfil de la Formación Profesional en Europa.
Como antecedentes, primero fue el Consejo Europeo de Lisboa, en marzo de 2000, el que reconoció el papel importante de la educación como parte integrante de las políticas económicas y sociales, como un instrumento para reforzar, a nivel mundial, el poder competitivo de Europa y como garantía para asegurar la cohesión de nuestras sociedades y el pleno desarrollo de sus ciudadanos, teniendo como objetivo estratégico de que la Unión Europea se convierta en la economía basada en el conocimiento.
Seguidamente, el Consejo Europeo de Barcelona de marzo de 2002 pidió la creación de un proceso específico de la EFP, que contribuiría a que los sistemas europeos de educación y formación profesionales se convirtieran en una referencia de calidad mundial para 2010. Como consecuencia, el Consejo adoptó en noviembre de 2002 una resolución sobre una cooperación reforzada en materia de Educación y Formación Profesional.
Las prioridades establecidas por la Declaración de Copenhague sientan la base para la cooperación voluntaria en materia de educación y formación profesionales. Su objetivo es: